Ver o no ver: esa es la cuestión
Hay velos que uno porta con la
mayor dignidad posible, convencido de que lo que alcanza a ver nuestro
entendimiento es la única realidad completa y acabada. Así, podemos pasarnos
una vida entera siguiendo mandatos (familiares y/o sociales) que creemos que nos hacen felices. En ese trajín,
muy pocas veces podemos ponernos a pensar qué es la felicidad, o para qué
vivimos, porque el ritmo que llevamos nos impide ganar esos espacios de
silencio, de retrospección.
Esta realidad acelerada es más
patética en época de vacaciones: después de haber “corrido” durante todo el año
laboral, sin tiempo para comer adecuadamente; dormir y conseguir un verdadero
descanso; mirar a los ojos a nuestros hijos para averiguar lo que están sintiendo;
poder encontrarnos con nuestros afectos sin tener que controlar el tiempo…
después de nuestra maratónica carrera de obstáculos decidimos que es tiempo de vacaciones.
“Tenemos que descansar”. La imposición no nos abandona y a la hora de planear
ese descanso continuamos aferrados a las exigencias, a los horarios, a la
mirada de los otros. 365 días sin un minuto para mirarnos por dentro, para observar
nuestro tablero, para pensar lo que hemos construido hasta acá, para analizar
si hay alguna combinación que no hemos ensayado, para ver qué se nos está
escapando… Este ejercicio puede ser
atemorizante. La libertad puede producir esos efectos: queremos ser libres,
pero decidir sin moldes puede dar vértigo. Y no se trata de una decisión
anárquica, que rompa con las reglas, una decisión adolescente. Por el
contrario, se trata de madurar, de tener una visión madura de nosotros mismos y
de nuestra vida y de invitarnos a pensar que, si hemos logrado sobrevivir hasta
acá mirando solo desde un ángulo, podríamos intentar mirar desde otro lugar. Y ver qué imagen nos devuelve el espejo.
Muchas personas pierden el velo
ante situaciones límite, frente a una enfermedad, un accidente y sus amigos y
familiares observan con asombro cómo de pronto su lista de prioridades cambia
de manera radical: comienza a disfrutar de cada instante, de cada simple
detalle, deja de correr de modo enajenado y empieza a caminar más despacio. Sin
embargo, cuánto mejor poder reflexionar a tiempo, y ensayar un cambio de este
tipo porque sí, porque queremos. Queremos disfrutar de la vida, de nuestros afectos,
de nosotros mismos…
Por años estuve convencida de que
el “éxito” y la vida acelerada iban necesariamente de la mano. Éxito material
pero muchas carencias en otros ámbitos, grandes deudas de esas que no tienen
precio.
Lo bueno de equivocarse es la
oportunidad de aprender: entender y decidir dar vuelta la página y escribir un
nuevo capítulo. Ver más allá. Es posible. Maravillosamente posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.