sábado, 8 de febrero de 2014

Ver o no ver: esa es la cuestión

Hay velos que uno porta con la mayor dignidad posible, convencido de que lo que alcanza a ver nuestro entendimiento es la única realidad completa y acabada. Así, podemos pasarnos una vida entera siguiendo mandatos (familiares y/o sociales) que  creemos que nos hacen felices. En ese trajín, muy pocas veces podemos ponernos a pensar qué es la felicidad, o para qué vivimos, porque el ritmo que llevamos nos impide ganar esos espacios de silencio, de retrospección.
Esta realidad acelerada es más patética en época de vacaciones: después de haber “corrido” durante todo el año laboral, sin tiempo para comer adecuadamente; dormir y conseguir un verdadero descanso; mirar a los ojos a nuestros hijos para averiguar lo que están sintiendo; poder encontrarnos con nuestros afectos sin tener que controlar el tiempo… después de nuestra maratónica carrera de obstáculos decidimos que es tiempo de vacaciones. “Tenemos que descansar”. La imposición no nos abandona y a la hora de planear ese descanso continuamos aferrados a las exigencias, a los horarios, a la mirada de los otros. 365 días sin un minuto para mirarnos por dentro, para observar nuestro tablero, para pensar lo que hemos construido hasta acá, para analizar si hay alguna combinación que no hemos ensayado, para ver qué se nos está escapando…  Este ejercicio puede ser atemorizante. La libertad puede producir esos efectos: queremos ser libres, pero decidir sin moldes puede dar vértigo. Y no se trata de una decisión anárquica, que rompa con las reglas, una decisión adolescente. Por el contrario, se trata de madurar, de tener una visión madura de nosotros mismos y de nuestra vida y de invitarnos a pensar que, si hemos logrado sobrevivir hasta acá mirando solo desde un ángulo, podríamos intentar mirar desde otro lugar.  Y ver qué imagen nos devuelve el espejo.
Muchas personas pierden el velo ante situaciones límite, frente a una enfermedad, un accidente y sus amigos y familiares observan con asombro cómo de pronto su lista de prioridades cambia de manera radical: comienza a disfrutar de cada instante, de cada simple detalle, deja de correr de modo enajenado y empieza a caminar más despacio. Sin embargo, cuánto mejor poder reflexionar a tiempo, y ensayar un cambio de este tipo porque sí, porque queremos. Queremos disfrutar de la vida, de nuestros afectos, de nosotros mismos…
Por años estuve convencida de que el “éxito” y la vida acelerada iban necesariamente de la mano. Éxito material pero muchas carencias en otros ámbitos, grandes deudas de esas que no tienen precio.
Lo bueno de equivocarse es la oportunidad de aprender: entender y decidir dar vuelta la página y escribir un nuevo capítulo. Ver más allá. Es posible. Maravillosamente posible.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.